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lunes, 31 de enero de 2011

Ante la tumba de Antonio Machado en Collioure, Francia.

Una tarde de enero de 1939, Antonio Machado con 64 años baja del tren con el que pasó la frontera de España a Francia, iba con su madre quien lo ayuda a andar, ella tiene 88 años, ambos están cansados de huir por varias ciudades españolas desde 1936, comienzo de la guerra. Muere en un pequeño pueblo costero al Sur de Francia llamado Collioure, 24 días después. Su madre le sigue tres días más tarde.

Cuando llegas a este pueblo costero te atrapa su encanto, su infinita brevedad arquitectónica frente al mar y los Pirineos. El perfil costero lo marca un castillo fortaleza a pie de playa y una iglesia fortín cuyo campanario parece que nace en el mar. Se advierte que este pueblo vive del mar y la frescura de las ostras de la comida junto con los filetes de anchoas, lo certifican.
Impacta la sencillez de la habitación en bajos de la casa donde Machado pasó sus últimos días, o por lo menos a mí, que gracias a mi suegro conocí un día en Sevilla el gran Palacio de las Dueñas donde vive la duquesa de Alba, y donde el poeta nació y pasó su infancia también con
su madre, solo la mitad del jardín es esta casa entera. El mayor impacto es el cementerio donde está enterrado, que es de una pequeñez proporcional al tamaño del pueblo, pero para un poeta tan grande esperaba un sitio mayor. Sobre todo porque sus versos le han dado la vuelta al mundo hispano, incluso en forma de canciones.
La tumba es la expresión de la peregrinación permanente de españoles y admiradores, está llena de flores frescas y poemas enmarcados en mármol o madera, llama poderosamente la atención cómo en la cabecera de la tumba conviven la senyera catalana y la bandera republicana en un mismo espacio y que los poemas están allí, llevados por escuelas e institutos españoles de estudiantes adolescentes.
Muchos quieren traer sus restos a España, a mí personalmente me gustan que estén allí, para que todos pasen haciendo caminos, caminos muy cerca de la mar. Su tumba es también prueba y ejemplo del dolor del exilio por no abandonar nuestras ideas.


1ra Foto. Pensión regentada por Pauline Bougnol-Quintana con quien Antonio Machado pasó sus últimos días.
2da Foto. Tumba de Machado. Ambas de Arkolano.

3 comentarios:

  1. Arse, lo curioso de la vida es que el destino es el que es, pero pudo ser otro. Me sorprendió mucho saber que Juan Ramón Jímenez estando en Cuba hizo gestiones para que la Universidad de la Habana invitara a Machado y tratar de evitarle un desastre personal, pero invitaron a otro en su lugar, y a Juan Ramón aquello le dolió siempre. nada lo salvó de esa muerte en Collioure. Tu reseña, sus poemas y evocarlo son las únicas maneras de devolverlo a la vida. Gracias.

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  2. leyendo los tres ultimos y disfrutandolos como siempre,
    un abrazo
    inge

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  3. "Estos días azules y este sol de la infancia..."

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